Cambiar la educación no es una prioridad del gobierno, aún más el gobierno no tiene una estrategia de cambio en la educación. Las respuestas o más bien la falta de ellas a la mayoría de las preguntas y al diagnóstico crítico sobre la eficacia y la eficiencia educativa realizados en la interpelación del senador Pablo Mieres, fueron otra oportunidad perdida de mostrar hacia adonde quiere ir el equipo de educación y qué va logrando. Como puede verse en las actas de otras comparecencias de las autoridades educativas al parlamento, nuevamente hablaron largo y tendido, en esta oportunidad durante cuatro horas. Pero de nuevo fueron imprecisos y poco pertinentes. ¿Cómo se relacionaba una anécdota sobre una partida de ajedrez y las inequidades de género con alguna de las preguntas? Nos enteramos también que a la ministra le parece bien informar al pueblo los datos de la educación, pero no que sean usados por investigadores para estudios que la ministra no comparte. Habría que averiguar como la ministra distingue a quienes forman parte del pueblo y son dignos de ser informados y a quienes no.
Una dificultad de ésta y otras interpelaciones es que las respuestas no sean específicas, para cada pregunta, sino que debe interpretarse qué parte de las cuatro horas responde a cual pregunta. Se facilita un diálogo de sordos. Ese es un problema de método, al que en este caso se agregó un problema de fondo. Aunque la respuesta a las preguntas fuera incompleta, podrían haberse las grandes orientaciones y estrategias. De a ratos, en algunos pasajes, las autoridades parecían reconocer los problemas, pero casi como analistas, no como los principales responsables de resolverlos, varios de ellos ya desde el primer gobierno frenteamplista.
Tanto en la interpelación, como en muchas de las críticas que abundan a la la política educativa se reconoce que hay logros. Ellos son muy importantes, porque son la base desde la cual superar la situación crítica. Se caricaturizan las críticas diciendo que se afirma que “está todo mal”. La cuestión no es esa, sino que el saldo es muy insuficiente, en términos de eficiencia y sobre todo de eficacia para los aprendizajes y la vida de los educandos. Por supuesto que la respuesta tampoco podrá estar en un tardío congreso, en la segunda mitad del período de gobierno, un instrumento que por otra parte ya ha mostrado que no es el idóneo para buscar y pensar soluciones.
Del gobierno se puede esperar poco. Pero lo que pueda hacer hay que apoyarlo, ojalá también se lo pueda evaluar. La política educativa es la menos evaluada de las políticas públicas uruguayas, se le asignan recursos sobre el supuesto que por definición hace bien lo que se le encomienda.
Además de apoyar lo que el gobierno haga y en lo que se deje apoyar hay dos desafíos importantes.
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