Jorge Batlle: “Digo las cosas que me salen del estómago sin pensar si me van a hacer daño”

En una entrevista de personalidad con El Telescopio, el ex Presidente de la República, Jorge Batlle, reveló detalles sobre su infancia y adolescencia marcada por la vida política de su familia. Además, recordó su camino y trabajo en la Presidencia, explicó que es ser batllista y opinó de los problemas que presenta el Uruguay en la actualidad.

 

Foto: Marcos Harispe

Foto: Marcos Harispe

¿Cómo fue su infancia?

Fue compleja porque mi padre –Luis Batlle Berres- estaba deportado permanentemente y nosotros circulábamos por todos lados cómo si fuésemos nómades. Hice mis primeros años escolares en la Argentina y luego estuve en Brasil cuando mi padre fue enviado hacia allí. Cuando éramos chicos nos mandaron, en un invierno, a Mar del Plata. Vivíamos todos en una pieza y teníamos varicela. Entré en el Liceo Francés, de ahí me sacaron y fuimos a dar a la pensión Kaiser en Belgrano pero nos mudamos a un apartamento en Las Heras, Buenos Aires. Posteriormente, volvimos a Montevideo, a la calle Luis de la Torre 787 casi Jaime Zudáñez. Ahí nos mandaron, a mí y a mi hermano Luis, al Liceo Alemán donde hicimos desde tercero hasta quinto de escuela. Antes habíamos vivido en Melilla, en un chalet de una pieza que tenía mi tío César. También residimos un tiempo en Camino Mendoza, en la casa de mi tío Duncan, y ahí vivíamos todos, absolutamente todos, porque estaban todos presos, deportados o en la Isla de Flores. Esta casa todavía está ahí, media derruida, cerca de la bodega que era de la familia de la esposa de mi tío Duncan, de apellido Iribarne. Pero la cuestión no termina aquí, también pasamos algunos días en la chacra de Piedras Blancas, en la casa “de los muchachos” –como se llamaba- donde vivía mi abuela. Años después nos mudamos a una casa que quedaba en Bulevar España 2210. No olvido tampoco cuando terminamos en Young, estuvimos un año en el almacén de ramos generales de la firma Marroni & Sugasti. Cuando retornamos a la capital vivimos en la casa de un tío, donde ahora es la embajada de Israel, en Solano Antuña y Ellauri. Anduvimos por todos lados, también en la casa de mi tía abuela, Linda Tálice, que fue la persona que crió a mi madre cuando falleció mi abuela Elvira Tálice Parodi.

¿Fue un obstáculo o un beneficio haber vivido en una familia de estirpe política?

No sé, a esta altura del partido no tengo idea. Mi hermano Luis vivió en la misma familia y se hizo pianista, esto quiere decir que no fue ningún obstáculo para desarrollar una vocación que él traía desde muy chico. La herencia musical viene de la familia de mi madre, de Don Domingo Parodi. Cada uno siguió su vocación independientemente de estar empapados en el tema de la vida social, que era lo usual en nuestra época.

    ¿Con quién vive actualmente?

    Con mi señora, Mercedes Menafra. Tengo 88 años. Ella es mi segunda señora, mi primer casamiento fue con una joven argentina, Noemí Lamuraglia quien estaba exiliada en el Uruguay.

    ¿Qué recuerdos tiene de su padre en el ámbito familiar?

    Los tengo desde que vivíamos en la calle Durazno, casi Joaquín de Salterain, cuando a mi padre lo vinieron a buscar dos amigos –Garrido y Gomensoro- y lo llevaron a un lugar donde se escondió, minutos antes de que viniera la policía. Mi hermano estaba muy enfermo y yo tuve que recorrer toda la casa con la policía mostrándoles todo. Era un niño, mi madre estaba al lado de la cama de Luis. Recuerdo muchas cosas, una fue cuando mi tío Marcos estaba sometido a apremios físicos y en el calabozo de al lado gritaba una voz como la de mi padre sin parar que lo estaban torturando y que mi tío tenía que decir donde estaban las armas guardadas, cosa que nunca dijo. Por su parte, me acuerdo que cuando mi padre estaba deportado en Rio de Janeiro fuimos con mamá a verlo. Cuando llegamos yo casi ni lo conocía y tuve una reacción negativa al ver que ese señor de bigotes abrazaba y besaba a mi madre, porque prácticamente no lo había visto. Yo nací en 1927, en 1933 tenía cinco años. Tengo tantos recuerdos de él que podría escribir muchas cosas, pero considero que no debo hacerlo.

    ¿La mayoría de sus recuerdos son tristes?

    No, para nada. Siempre tuvimos una vida familiar muy intensa, entre nosotros mismos. Imaginen que vivíamos todos juntos en una pieza. ¡qué vamos a tener recuerdos tristes! Además, en esa época los niños con los padres y sus hermanos siempre tienen memorias amables. Podría decir que tengo recuerdos fantásticos, en esa época los jóvenes que eran parientes de mi madre –argentina- por suerte me hicieron hincha de Boca. Primero me convertí en boquense y luego de Nacional.

    ¿Cómo le iba con las mujeres cuando era chico?

    No mal, como con los hombres, tenía la misma relación. Siempre fui a una escuela mixta, aunque creo haber ido algunos días a una escuela de varones en la calle Durazno, al principio del principio. La relación era normal, por suerte.

    ¿Era popular?

    Yo no me consideraba popular ni antipopular, no era una idea que circulaba en nuestras vidas. Yo tenía mis amigos, del liceo o de la escuela, y ellos siguieron siendo mis amigos por siempre, como con todo el mundo. Lo que sucede es que, por mi edad, la inmensa mayoría de mis amigos no están en este mundo y duele.

    ¿Recuerda su primer beso?

    No tengo ni la más remota idea.

    ¿Y su primera vez?

    No tengo una idea certificada de cómo fue pero más o menos sí. No estuvo nada mal pero no voy a contar cómo, con quién y dónde fue.

    ¿Usted es diestro o zurdo?

    Soy naturalmente zurdo. Uso la mano izquierda para todo en mi casa, y mi pierna hábil es la zurda. Me enseñaron a escribir con la derecha, pero uso la izquierda. Por ejemplo, un día tuve un duelo, ¿y con qué mano iba a defender mi vida? Usé el sable con la zurda. En aquel tiempo nos obligaban a escribir con la mano derecha.

    Cuando estuve viviendo en Rincón del Bonete me enseñaron a escribir con el método Montesori, la señora Magdalena Antonelli Moreno, que era la cuñada del ingeniero Manuel Rodríguez Correa, un ingeniero joven que estaba construyendo junto con otros la represa del Rincón del Bonete. El ingeniero Rodríguez Correa y el Ingeniero Oddo, quien fue presidente de UTE, participaba en las pencas a beneficio de la escuela y me llevaban a mí, de madrugada, a participar con ellos en los entrenamientos. Seguramente ellos son los culpables de que me gusten tanto los caballos de carrera. Nunca olvidaré mis meses ahí.

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    FOTO: Marcos Harispe

    ¿Tiene hobbies?

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    Cuando era chico era aficionado a la filatelia, pero la dejé, le cedí todo el bagaje a mis hijos y a mis nietos. El hobby que tengo es la actividad rural, he plantado y vendido verdura y arroz. También he hecho ladrillos, los vendía donde hoy es la Plaza del Ejército. Hay poblaciones que fueron hechas con esos ladrillos de campo que hacíamos en Carreta Quemada. Y tengo el hobby de la crianza, no del engorde, de ganado, y también de caballos.

    ¿Comida favorita?

    Una milanesa, con lechuga, tomate y un poco de mostaza.

    ¿Qué lleva en sus bolsillos cuando se traslada de un lado a otro?

    Lo de siempre: en el bolsillo izquierdo el pañuelo, en el derecho el dinero, y chau.

    Si no hubiese sido abogado, ¿a qué se hubiese dedicado?

    Profesor, no sé si de historia, ciencias o política, pero fundamentalmente profesor.

    ¿Qué le dejó su carrera como periodista?

    Primero fui periodista radial, en Radio Ariel, y la primera cosa que tuve fue una audición de jazz, porque siempre fui un amante de ese género. Del jazz negro de Nueva Orleans, del jazz blanco de Chicago, de las grandes orquestas, de Fletcher Henderson, lo sigo siendo hasta el día de hoy. En la radio hice muchas actividades, ayudando en cuestiones periodísticas, y después empecé a tener participación en ellas. Me acostumbré mucho más a la radio que al diario, porque en la primera uno tiene que hacer las cosas ajustadas al tiempo, siendo claro y con lenguaje coloquial para que la gente entienda. Luego, en el diario Acción trabajé en todas las actividades, fundamentalmente en el taller. Todavía tengo el instrumento que usaba para trabajar, la plancha de ajuste, que me enseñaron a usar los grandes operadores mecánicos que había en el diario. El periodismo me lo enseñaron los grandes escritores y periodistas, fundamentalmente Francisco Llano, fundador de Clarín. Con él aprendimos todos: Maneco, Carlos Maggi, Julio Sanguinetti y Hermenegildo Sabat, que fue un dibujante fantástico, fotógrafo excepcional y un tipo magnífico.

    ¿También fue columnista en Acción?

    Sí pero fundamentalmente trabajaba en el taller, hacía secretaría de redacción, nunca escribí mucho porque no lo hacía muy bien. Escribían los tipos que lo hacían mucho mejor que yo, Maggi, Maneco, Julio, señores con una gran capacidad. Imagínese tener de redactor a Juan Carlos Onetti, lo que significaba para nosotros. Yo era un hombre de radio, hasta el día de hoy no escribo notoriamente, es así.

    ¿Piensa que la tecnología es un arma de doble filo?

    Creo que la tecnología ha cambiado la vida de la gente porque le ha permitido acceder, después de mucho tiempo, a cosas que antes solamente accedían aquellos con mucho poder económico, y ahora lo tiene todo el mundo. Es un arma que benefició a toda la sociedad. Antes para tener un carro con caballo había que ser poco menos que marqués, y ahora un auto chino lo tiene cualquiera, y es lo mismo.

    Quiero saber más de usted, ¿Cuál fue su mejor noche?

    Yo que sé, duermo bien por suerte. Me acuesto y quedo frito. Nunca tomé nada para dormir. No sé cuál fue mi mejor noche de diversión, tendría que empezar a pensar. Quizás la noche que me casé, la noche que me recibí de Presidente, la noche que nació mi primera hija, uno tiene un conjunto de mejores noches en la vida. Las noches que Nacional salió campeón, o la noche que vi a Lunar ganar el Premio Ramírez, en 1942. Yo era joven y soñé con Lunar esa noche. Tuve muchas mejores noches, y muchas peores también. Prefiero recordar lo bueno.

    ¿Cuál fue o es su mayor miedo?

    Francamente no sé, porque a esta altura de la vida, con 88 años de edad, he pasado por todos los episodios a los cuales se puede llegar. No tuve infartos, ni cáncer y miedo a la vida no le tengo. A la muerte tampoco. He tenido miedo, sí, pero no por mí, sino por mis hijos chicos cuando querían secuestrarlos. Creo que ese fue mi mayor susto, que me llevó a hacer cosas muy duras.

    ¿Cómo qué?

    Muy duras y se acabó.

    Nombraba la muerte, ¿cómo preferiría despedirse?

    Como mi madre, ella se acostó a dormir una siesta y no se despertó nunca.

    ¿Quiénes eran sus referentes en la vida?

    Para empezar mi viejo, mi referente político era mi padre, por supuesto. Después me pasaron muchas cosas en la vida, mis guías mayoritariamente eran de la política. En el año 1955, cuando yo todavía no estaba casado, los argentinos que estaban exiliados acá, regresaron a la Argentina y entendieron que tenían que darle a las nuevas generaciones las teorías económicas que la Escuela de Viena había desarrollado, antes de la época del dictador Hitler. Mi futuro suegro integraba ese grupo, y yo era el novio de la hija. Además era el único que hablaba alemán. Primero vino Ludwig Von Mises y luego Friedrich Hayek a la casa de mi suegro, ambos austríacos. Hayek vivió varios días en la chacra del padre de mi novia, y yo era el único que hablaba en su idioma. Desde entonces aprendí mucho sobre economía, y me hice una composición política nueva de la realidad económica. Estamos en el 2015 y sigo pensando igual.

    ¿Cuán cerca cree que está de su familia ahora?

    Ahora sí estoy cerca, durante la Presidencia no conocí ni a mis nietos. Tenemos una identidad familiar que la acabamos de celebrar el domingo pasado, tuvimos una fiesta en casa con todos mis hijos, mis nietos, las novias de mis nietos, la hija de Mercedes, su marido, y los hermanos de Mercedes. Mi hermana Matilde “Pona”, que no pudo ir, me dijo que tenemos que hacer una fiesta cuando lleguemos a 100 años. El problema es que yo le llevo cinco, pero ella dice que se está adelantando muy rápidamente. Con ella nos reímos tanto que cuando almorzamos le digo que pare, sino me va a hacer mal la comida.

    ¿Si tuviese que elegir un superpoder?

    Sería súper corrupto. El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Siglo XIX, Lord Acton.

    ¿Cuál cree que es su mayor defecto o virtud?

    Uno ha de tener una enorme cantidad de defectos que no percibe con toda claridad. Mi mayor virtud es decir las cosas que me salen del estómago sin pensar si me van a hacer daño, digo lo que siento.

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    ¿Siente que es discriminador o prejuicioso en algún sentido?

    No, para nada, qué voy a ser discriminador. Yo me caliento, no me enojo.

    ¿Se lleva bien con el estrés?

    Sí, me llevo fenómeno. Estoy bastante sano y tengo 88 años, voy para 100.

    ¿Cómo es un día suyo?

    Ahora distinto, porque me levanto temprano, agarro la tableta y leo diarios de todo el mundo. Después me voy al estudio, hasta el jueves. Viernes, sábados y domingos de tarde hago una cantidad de cosas. Llamo gente para saludar por cumpleaños, tengo reuniones y preparo algunas visitas. Muchos jóvenes me piden libros, se los presto. Mi mujer siempre me espera para almorzar cerca de las 14 horas, y luego cenamos solos. Yo soy el que lava la loza desde que nos casamos. A veces, cuando me dejan, miro los partidos de fútbol del Barcelona, la Juventus, Boca y Nacional.

    ¿Usted es católico?

    No, yo no. Tuve un lío bárbaro para casarme, porque ni siquiera estoy bautizado. Me iba a casar en Argentina y me querían hacer firmar un documento diciendo que mis hijos iban a tomar la religión Católica Apostólica Romana. Dije que no, ellos iban a tomar la religión que ellos quisieran. Me dijeron que no, que así no me casaba, y si yo no me casaba ¿Qué hacía mi suegra, pobre, con la fiesta que había organizado? Mi futuro suegro había estado preso, de Perón, y conocía a un cura que iba a la cárcel a atender a quienes eran católicos. Habló con él, de nombre Iñaki, y él aceptó casarnos. En la ceremonia le preguntó a mi mujer si se casaba por todas las razones de la Iglesia, y a mí por mi consciencia, así que me casé por mi consciencia.

    Entonces, ¿usted se declara deísta?

    En ese sentido me parezco al señor José Batlle y Ordóñez, soy espiritualista.

    ¿Qué visión tiene sobre la despenalización del aborto?

    Cuando fui Presidente de la República y determinados legisladores vinieron a verme para impulsar esa ley, les dije que simplemente no creía que el Partido Colorado pudiera tomar una decisión que obligara a la gente a pensar o a actuar de determinada forma. Eso es libre y cada uno hace lo que quiere. Les dije que, como Presidente, tenía la potestad de ser co-legislador. Ustedes voten, yo veto. Luego vayan y vean cómo levantarlo.

    ¿Y sobre el matrimonio igualitario lo mismo?

    No, sobre el matrimonio igualitario creo que es una cosa que está reconocida hace mucho tiempo. No me gustó que emplearan la palabra “matrimonio”, nada más.

    Uruguay ha sido pionero en varias leyes de igualdad de género, ¿Siente que hoy se genera lo mismo con leyes como la del aborto?

    No porque a mí la ley del aborto no me gusta. Le voy a contar una conversación que tuve con un legislador sobre esa ley. Me vino a plantear el tema, yo le dije lo del veto, y del bolsillo izquierdo de mi saco saqué un sobre con la ecografía de mi nieto con un texto que decía “Lorenzo nadando contra la corriente, igual que el abuelo”. Yo le dije al legislador: hasta el domingo lo podes matar y no pasada. El lunes si lo haces, es un homicidio.

    Yendo a la parte política pura, ¿cuál era su mayor sueño como militante?

    Fue el de la elección de Martínez Trueba, en 1951. A partir de ese día siempre hicimos lo mismo. Con el flaco Seré Ambrois llegamos a Salto, donde era el fin de la gira que habíamos hecho en aquel ómnibus de la Onda, y ahí escribimos el proyecto de desarrollo de la sociedad como creíamos que podíamos alcanzar mediante nuestros ideales. Siempre fue una visión global sobre una teoría de los sistemas, y eso es lo que hemos tratado de hacer a lo largo de nuestra vida, con errores y fracasos, y es en lo que sigo.

    ¿Qué es el batllismo? ¿Siente que el término no se emplea correctamente?

    Claro, porque nunca lo entendieron al viejo Batlle. Un día hablé con la directora de un servicio nacional, integrante del Frente Amplio, y me dijo que el viejo Batlle había inventado los entes autónomos, y yo le pregunté cuáles, si murió en 1929. Luego me dijo el ferrocarril, y le pregunté cuál, si se nacionalizó en 1950. Fuimos los argentinos, brasileros, uruguayos y chilenos a cobrarle a los ingleses después de la guerra, pero nos dijeron que plata no había. Nos cobramos con los tranvías, el agua corriente, el ferrocarril, el gas y los seguros. Se terminó el contrato, mi padre firmó y todo eso se nacionalizó. Por lo tanto, hay una confusión muy grande. De la economía se ocupó el ingeniero José Serrato, Batlle lo que hizo fue trasladar la sociedad de inmigrantes a una sociedad de ciudadanos, ocuparse de las personas, darle a las personas un lugar en la sociedad y luchar por la paz. Por eso creó el Colegiado, para terminar con las revoluciones que desde 1830 hasta 1904 eran una por semana. Luego impulsó que la mujer se divorciara por su sola voluntad, y que cada capital departamental tuviera un liceo, y traer técnicos extranjeros, algo que se hace hoy en el mundo entero. Trajo a Bergher para enseñar a plantar trigo, trajo gente para estudiar los suelos, hizo la Facultad de Agronomía y de Veterinaria, realizó una Universidad para la Mujer, se ocupó de la gente. La gente no advierte que ese mundo de América fue un mundo abierto, no cerrado como el Mercosur, como el del siglo XX. Era una avenida de doble vía, para mandar y recibir, por lo tanto era un universo que crecía. Por eso todos añoran ese tiempo, pero no tienen claro el por qué.

    Entonces, en una oración, ¿cómo define al batllismo?

    Como dijo José Serrato, es un partido de izquierda democrática liberal, de gente honesta, que respeta al ciudadano como centro de la sociedad. Así somos batllistas realmente.

    ¿Cómo fueron sus años en la dictadura?

    Como la mona. Tuve que trabajar en Brasil, y no tenía documento porque había estado preso. Yo denuncié en 1972 que los militares iban a dar un golpe de Estado, porque lo sabía, veía que iba a pasar. Entonces me hicieron un juicio, me metieron preso, me sacaron los documentos –pasaporte y cédula de identidad-, no podía ser abogado y tampoco tenía la posibilidad de tener un trabajo.

    ¿Eso fue en 1972?

    Sí. Entonces me fui a trabajar a Brasil. Con dos socios uruguayos alquilamos un pedazo de campo, importábamos ganado y lo vendíamos en los remates brasileros.

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    Dicen que cuando a usted lo apresaron fue por ofensas hacia las Fuerzas Armadas, ¿Cuáles fueron?

    Yo les dije que iban a dar un golpe de Estado. Eran muy graciosos. Lo estaban preparando y lo dieron en el mes de febrero de 1973, no en junio, fue en febrero.

    Al principio de la entrevista nombraba los duelos. ¿Usted está dispuesto a matar a morir?

    Yo estoy en contra de los duelos, siempre los critiqué. Me batí una sola vez, por suerte.

    ¿Contra quién fue?

    Contra Manuel Flores Mora, “Maneco”. Una lástima, una locura, una cosa absolutamente innecesaria. Fue a raíz de un enfrentamiento político, Maneco quedó del lado del Colegiado y yo del lado de la Presidencia de la República, y esa confrontación terminó primero en un duelo del propio Maneco con Julio María Sanguinetti y luego conmigo.

    ¿Qué arma eligió?

    Un sable. Es gracioso, porque el sable era muy liviano, entonces para intentar enderezarlo lo agarré desde la punta y me corté. La única herida que saqué del duelo fue la cortadura en el dedo gordo. ¡Qué locura!

    Cuando dio su discurso el primero de marzo del 2000, ¿qué se le pasaba por la cabeza?

    La responsabilidad. Yo había vivido en una familia donde por generaciones había un Presidente de la República, por lo tanto la responsabilidad la asumía conmigo, con el país, y también con los otros.

    ¿Luis Hierro López fue el compañero que usted quería para la Presidencia o surgió de un acuerdo político?

    Sí, fue él que yo quería. Primero surgió de una elección, y segundo se vio con toda claridad que la función más leal desempeñada por alguien en la Vicepresidencia de la República fue sin duda, en los momentos más difíciles de la vida financiera y económica del Uruguay, la de Luis Hierro López. Nunca podía haber elegido un compañero más sólido y leal que él.

    En su Presidencia se habló mucho sobre su frase dirigida hacia los argentinos “son una manga de ladrones del primero hasta el último”, ¿realmente se arrepintió de haberlo dicho?

    No.

    ¿Y por qué pidió perdón?

    Por una razón muy sencilla. ¿Cómo sucedió ese episodio? Vinieron de un medio argentino a hacerme una entrevista, se sentó el joven que me entrevistó en español, luego se paró y se puso al final de una mesa larga y trajo a otro que me entrevistó en inglés. Mientras empezaba esa entrevista el de más lejos me hizo un planteo muy fuerte y agresivo, a lo cual yo contesté de la misma forma. Dije que Menem ganaba, lo cual fue cierto porque le ganó a Kirchner, luego Menem se retiró por un problema interno del partido Peronista, y al final le repetí lo que le dije referido al mundo político, del cual estábamos hablando. Entonces intervino la persona encargada de mis asuntos de prensa y le manifestó que esa frase no iba en la entrevista, a lo cual el joven contestó que no, que era solo una conversación banal, y yo como creo en lo que me dicen nunca mandé revisar la grabadora, que la tenía prendida a propósito. Entonces si yo, como Presidente de los uruguayos, digo algo que puede perjudicar nuestra relación con la Argentina, y además perjudicar a todos los uruguayos, voy a pedir disculpas.

    ¿Hoy en día piensa que los argentinos son unos ladrones del primero hasta el último?

    Yo creo que el Gobierno argentino que tuvo a Kirchner como eje fundamental de funcionamiento sí. Ha quedado demostrado con toda veracidad, alcanza con ver lo que fue la operación de Repsol. Un día el Presidente de la República Argentina le dice a Repsol que tiene que vender el 20% de sus acciones al banquero de Santa Cruz, lugar del cual Kirchner fue gobernador y desde donde sacó un montón de dinero hacia Liechtenstein.

    ¿Qué sintió cuando estaba por ingresar al Salón Oval para hablar con George Washington Bush y le avisaron que se había desatado un foco de aftosa en Uruguay?

    A mí no me avisaron, yo simplemente atendí el teléfono. Estaba en la embajada, atendí y del otro lado era el veterinario de Ganadería y Agricultura. Cuando terminó la conversación les dije a los que me habían acompañado en el auto a ver a Bush: se terminó el Gobierno.

    Trasladándonos a la actualidad, ¿Qué le preocupa del país?

    Me inquieta que haya una pésima dirección económica y, por lo tanto, un desmembramiento muy profundo en el partido de Gobierno que se ve día a día con todas las renuncias y enfrenamientos espantosos que están sucediendo. Me preocupa el enfrenamiento entre el ex presidente José Mujica y el actual Tabaré Vázquez, y la desaparición del Presidente como centro representativo del Poder Ejecutivo de la Nación. Eso me parece que le hace mucho daño al país.

    ¿Cuál es la materia más afectada?

    Hay un triángulo esencial de la vida del país que tiene que resolverse lo más rápido posible. Primero el Uruguay tiene que abrirse e integrar todos los acuerdos regionales de intercambio que hay en marcha. La segunda cosa es modificar la educación, no puede seguir como está, que es un desastre. Primaria es la peor, no Secundaria. Y finalmente hay que tener energía barata, y la energía barata no es la eólica, es la nuclear. Cuando se para el viento ¿qué hacen? La energía no se prende y se apaga como la luz de su casa. El mundo ha tenido cuatro etapas de energía: empezó con la que se generaba con madera o con bosta, luego siguió con el carbón, la electricidad y finalmente la energía nuclear. Cada etapa es un cambio en la vida cultural de las naciones, el 80% de la energía francesa es nuclear. Si no hacemos esas tres cosas el país no compite. Hoy el mundo es un mundo abierto, porque con la tableta y con Bill Gates no hay más fronteras. O usted se incorpora al mundo o el mundo lo desprecia, pasa por al lado y no lo saluda.

    ¿Siente que fue justa la sanción por no apoyar a los candidatos colorados en las elecciones departamentales?

    Yo de eso escribí en el Facebook, la gente lo puede recoger de ahí. Lo único que voy a opinar es lo que escribí en ese espacio, nada más.

    ¿Existe la ética en la política?

    Debe existir, porque la ética es la moral, no hay una moral pública y una privada.

    ¿Qué rasgos de tu personalidad crees que han cambiado con el correr de los años?

    Me caliento menos.